
En el interior de un hogar existen elementos que exceden nuestra intención. Son males menores que no podemos evitar puesto que cumplen un rol primordial en nuestra vida cotidiana y en su comodidad, pero que no obstante nos resultan molestos porque van en contra de nuestro gusto decorativo y de nuestra sensibilidad estética. Este es el claro ejemplo del cable. Los cables transmiten electricidad hacia objetos que usamos en la vida oridinaria como TV, radios, electrodomésticos varios. ¿Cómo hacer para solucionar su presencia horrible?
Los cables: ornamentos
Muchos creen que lo mejor es intentar esconderlos. Se averguenzan de los cables, porque son el signo de la mera utilidad, no sirven como objetos bellos sino más bien ocupan espacios que parecen nutridos de bichos y viboras. Pues bien, el error está en intentar esconderlos. Es imposible hacerlos imperceptibles, siempre alguien los termina descubriendo.
Entonces, ¿cuál puede ser la solución? Indefectiblemente la solución tiene que ir por el raíl de la exposición, de la exhibición. No avergonzarse de ellos, sino más bien ponerlos de cara al espectador como si se tratase de verdaderos objetos ornamentales que están allí para el mero contemplador.
Esto nos pondrá en una situación ventajosa en relación con otros usuarios que pretenden hacer de los cables un ente no-existente. Muy por el contrario, los cables ahora son puestos a plena luz, y los visitantes de nuestro hogar podrán creer que son motivos decorativos de una mente vanguardista como es, efectivamente, la nuestra.
Entonces, nada de tenerle miedo a los cables.
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